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¡Alto!, en el nombre de la Arquitectura

09/ 11/ 2015
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¡Alto!, en el nombre de la ArquitecturaCada vez las ciudades se hacen más pequeñas para la cantidad de gente que vive en ellas. Pocos son los que migran y muchos los que sacrifican espacio y calidad de vida por ubicación. Esta explosión demográfica que experimentan las grandes urbes atenta en contra del patrimonio arquitectónico irremediablemente.

Basta con dar una vuelta por cualquier barrio tradicional de Santiago, incluso algunos más contemporáneos, para darse cuenta lo poco que se valoran las magníficas construcciones antiguas. Casonas y palacetes de la aristocracia de principios de siglo son rápidamente reemplazado por establecimientos comerciales, oficinas, edificios y condominios. En contadas ocasiones se ve la excepción de alguien que, al comprar una casa de arquitectura francesa o tradicional, asume el costo de refaccionarla y dejarla como nueva, respetando fielmente su diseño. Se trata de pequeñas “joyitas”, construcciones sólidas y de gran diseño que ya no se realizan. 

Hace un par de décadas nos lamentábamos de la acelerada transformación de barrios tradicionales como el barrio Yungay, Estación Central, Barrio Dieciocho, Concha y Toro, Matadero Franklin, entre otros. Todos ellos con construcciones extraordinarias pertenecientes a la aristocracia de principios de siglo. Con espanto vimos la demolición de varias de ellas para construir edificios de oficinas, departamentos o galerías comerciales. En ese entonces surgieron diversas organizaciones que algo lograron detener la masacre. Lamentablemente estas organizaciones se ocupan sólo a nivel macro, de las grandes construcciones, dejando en segundo plano los barrios tradicionales y construcciones residenciales de menor escala.

Este fenómeno ya no es exclusividad de la Capital, desgraciadamente se ha expandido a regiones arrasando con varios tesoros de la arquitectura nacional. Es una epidemia sin remedio. No se trata de otra cosa que de meter la mayor cantidad de habitantes por metro cuadrado.

Hoy todo lo que no ha sido protegido por el Consejo de Monumentos Nacionales de Chile, tiene los días contados. A diferencia de las grandes capitales del mundo, nuestras generaciones venideras tendrán muy poca herencia en lo que a arquitectura respecta.

Existen barrios nuevos, las capitales crecen y se extienden, entonces ¿por qué reemplazar lo existente? Los nuevos desarrollos urbanos están pensados, en su mayoría, en familias, en una mejor calidad de vida lejos de los tumultos. Es ahí en donde se construyen la casas y edificios para nuevas familias. Los edificios y construcciones antiguas pueden ser refaccionados y habitables por quienes opten por estar cerca de la zona central de las capitales.  Respetemos la herencia y valoremos la belleza antes de que sea demasiado tarde y no podamos mostrarle a nuestros hijos lo que algún día se construyó en Chile.



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Fuente: http://www.elblogdeldecorador.cl